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lunes, 16 de abril de 2012

El reto de la igualdad





Durante la clausura del Foro de Actores Sociales, uno de los tantos escenarios de discusión de la VI Cumbre de las Américas, el presidente Juan Manuel Santos dijo sentirse "avergonzado" de la desigualdad y la inequidad social: "siento vergüenza, como dirigente de un país, de la tremenda inequidad. Esa inequidad que no nos permite progresar (…). Nadie puede sentirse realmente rico si está rodeado de pobreza", dijo con claridad.

La anterior manifestación del presidente Santos nos llevó a reflexionar sobre la sinceridad del mandatario al expresar su vergüenza, y al respecto nos identificamos con lo editorializado por "El Espectador", que a la letra dice<.

“Si no actuamos los gobernantes y empresarios con sentido social, teniendo lo social como objetivo fundamental, nada de lo que hagamos valdrá la pena”, afirmó al final de su intervención. La inequidad social, cabe recordar, fue uno de los temas oficiales de la cumbre.
Las declaraciones del presidente Santos expresan un sentimiento mayoritario. Tienen el mérito de poner sobre la mesa, de manera directa, sin eufemismos, uno de los problemas tradicionales del continente americano: la desigualdad. Dentro del grupo de países desarrollados, Estados Unidos es el país más desigual del mundo. Dentro del grupo de países en desarrollo, los países latinoamericanos han sido históricamente los campeones de la desigualdad. Sólo Canadá y, en menor medida, Costa Rica y Uruguay tienen niveles aceptables de desigualdad. En la gran mayoría de los países de la región, una gran brecha, un abismo podríamos decir, separa a los ricos de los pobres. Una Cumbre de las Américas es también una cumbre de la desigualdad: concita o reúne a los países más desiguales del planeta.
Más allá de los hechos históricos, un hecho coyuntural, más reciente, amerita ser mencionado: la mayoría de los países latinoamericanos ha logrado disminuir la desigualdad. En promedio, la desigualdad del ingreso aumentó de manera continua durante los años ochenta y noventa (el coeficiente Gini pasó de 0,5 a 0,55). Pero la desigualdad ha disminuido, también sistemáticamente, durante los últimos diez años (el mismo coeficiente pasó de 0,55 a 0,48). Algunos analistas señalan que aumentó con la implantación de las reformas pro mercado de los años noventa y disminuyó con las reformas (más pro Estado) de los últimos años. Sean cuales fueren las razones, el hecho cierto es que, casi por primera vez en una historia plagada de frustraciones, los países latinoamericanos pueden reclamar algún éxito en su lucha contra la desigualdad.
Pero hay excepciones. La más notoria: Colombia. Mientras la desigualdad disminuyó durante los últimos años en casi todos los países de la región, aumentó levemente en Colombia. Actualmente somos el país más desigual de América Latina después de Haití. Cabe, entonces, preguntar: ¿qué está haciendo el Gobierno para revertir esta tendencia? ¿Cuáles son las políticas concretas para reducir la desigualdad del ingreso? El presidente Santos dice sentir vergüenza, su discurso progresista es ya de por sí un avance, pero es insuficiente. La autocrítica general debería estar acompañada de otro tipo de autocrítica más concreta. Tal vez el presidente Santos debería preguntarse si su gobierno está haciendo lo suficiente para reducir la desigualdad.
Varios analistas han señalado que, para el caso de Colombia, la persistencia de la desigualdad tiene dos causas primordiales: el lento avance de la educación superior que les niega oportunidades a muchos jóvenes y la informalidad laboral que condena a la mitad de nuestra fuerza de trabajo a labores precarias y mal pagadas. En ambos frentes, el balance del Gobierno es negativo. La reforma a la educación superior está empantanada y la informalidad laboral, a pesar de algunas iniciativas legislativas, no ha disminuido durante los últimos dos años; así lo muestran claramente las estadísticas oficiales. Mientras no aumenten las oportunidades educativas y laborales, mientras las únicas alternativas reales para muchos jóvenes sigan siendo la informalidad laboral y las actividades ilegales, no disminuirá la desigualdad en Colombia y nuestro presidente tendrá, entonces sí, muchas razones para estar avergonzado.
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1 comentario:

  1. Que grado de sinceridad hay en los expuesto por Santos. ¿Será cinismo o hay en realidad pena por lo que esta pasando en Colombia?

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